PALABRA DE VIDA

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

Santuario, 17 de Diciembre de 2017

                                                             

Ambientación

     "¿Dónde está el camino? Nuestros ojos a veces no ven ni reconocen. Nuestro corazón a veces se encuentra aturdido, perturbado.

En los domingos anteriores de este tiempo de esperanza que es el tiempo de Adviento que estamos celebrando, hemos aprendido a vigilar atentamente para saber descubrir la presencia de Jesús, que viene sin hacer ruido. También hemos aprendido a reconocer a sus mensajeros, que, aunque nos transmiten una noticia importantísima, actúan de una manera humilde y sencilla, parecen más servidores que señores. Hoy vamos a escuchar a dos mensajeros: El profeta Isaías y el evangelista Juan. Los dos nos anuncian la buena noticia de su llegada y nos invitan a que estemos alegres, porque Jesús viene".

(Un momento de silencio)

 

En la presencia de Dios reconocemos nuestras deficiencias, y decimos:

 

-De nuestra sordera a tu palabra.

SEÑOR, TEN PIEDAD.

-De nuestra falta de comprensión a los demás.

CRISTO, TEN PIEDAD...

-De nuestra nuestro egoísmo disimulado.

SEÑOR, TEN PIEDAD...

 

Oración

         Tu Hijo está cerca, Señor.

Tu gracia no está lejos de nosotros.

Jesús, ven a nuestro encuentro

tráenos la Salvación.

Hoy y todos los días.

Pero ¿para qué te pedimos que vengas,

si ya estás junto a nosotros,

desde la primera Navidad,

y no sabemos reconocerte en los pobres,

en los necesitados,

y en todos los que nos rodean?

Ven pronto, Señor, y ayúdanos.

 

Escuchamos la Palabra

+ Lectura del santo Evangelio según San Juan, 1,6-8. 19-28

 

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era la luz, sino testigo de la luz.

Los judíos enviaron a Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: -¿Tú quién eres? El confesó sin reservas: - Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: - Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías? Él dijo: - No lo soy. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: -No. Y le dijeron: -¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo? Él contestó: - Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías). Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: - Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió:

-Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Palabra del Señor

 

Comentario:  

         " La figura de Juan el Bautista “testigo de la luz, nos recuerda una vez más que todo creyente, si lo es de verdad, está llamado a dar testimonio de su fe.

         Sin embargo, en el Congreso de “Evangelización y hombre de hoy” celebrado en Madrid hace unos años se dijo que “a nuestra Iglesia le sobran papeles y le faltan testigos”. Tal vez, con estas expresivas palabras se apuntaba uno de los problemas más cruciales del cristianismo actual.

Durante muchos años han seguido funcionando entre nosotros los mecanismos que tradicionalmente servían para “transmitir” la fe.     Los padres hablaban a sus hijos, los profesores de religión a sus alumnos, los catequistas a los catequizandos, los sacerdotes a los seglares.

         No han faltado palabras. Pero, tal vez, ha faltado testimonio, comunicación de experiencia, contagio de algo vivido de manera honda y entrañable.

         Durante estos años muchos se han preocupado del posible quebranto de la ortodoxia y del depósito de la fe. Y necesitamos, sin duda, cuidar con fidelidad el mensaje del Señor. Pero nuestro mayor problema no es probablemente el depósito de la fe sino la vivencia de esa fe depositada en nosotros.

         Otros se han preocupado más bien de denunciar toda clase de opresiones e injusticias. Por un momento parecía que por todas partes surgían nuevos profetas. Y cuánta necesidad seguimos teniendo de hombres de fuego que proclamen la justicia de Dios entre los hombres. Pero, con frecuencia junto a las palabras, han faltado testigos cuya vida arrastrara a las gentes.

         Tal vez, lo primero que nos falta para que surjan testigos vivos es “experiencia de Dios”. Karl Rahner decía hace unos años que “hemos de reconocer de una vez la pobreza de espiritualidad” en la Iglesia actual.

         Nos sobran palabras y nos falta la Palabra. Nos desborda el activismo y no percibimos la acción del Espíritu entre nosotros. Hablamos y escribimos de Dios pero no sabemos experimentar su poder liberador y su gracia en nosotros.

         Pocas veces vivimos la acogida de Dios desde el fondo de nosotros mismos y, por tanto, pocas veces llegamos con nuestra palabra creyente al fondo de los demás.

         Creyentes mudos que no confiesan su fe. Testigos cansados, desgastados por la rutina o quemados por la dureza de los tiempos actuales. Comunidades que se reúnen, cantan y salen de las iglesias “sin conocer al que está en medio de ellos”.

         Sólo la acogida interior al Espíritu puede reanimar nuestras vidas y generar entre nosotros “testigos del Dios vivo”.

Es el momento de hacer silencio, meditar.........

 

         Oremos y Pidamos al Señor por intercesión de nuestra madre la Virgen de la Cabeza.

 

- Señor, tú puedes estar entre nosotros sin que lleguemos a conocerte. Cura nuestros ojos ciegos, devuélvenos una mirada limpia capaz de descubrir tu rostro. OREMOS...

Todos. Haznos capaces de reconocerte.

 

- Señor, vienes a nuestro encuentro de nuevo para transformar nuestras vidas en este adviento. Que tu Iglesia se deje sorprender cada día por tu novedad y se desprenda de imágenes falsas de ti. OREMOS...

Todos. Haznos capaces de reconocerte.

 

- Señor, no dejes que nos olvidemos de todos los que hoy viven situaciones de soledad y de injusticia. Ayúdanos a acercarnos a sus desiertos para llevarles algo de alegría y de tu Palabra. OREMOS...

Todos. Haznos capaces de reconocerte.

 

Damos Gracias

         En este momento que estamos tan unidos a ti, Jesús, queremos decirte la alegría que sentimos dentro de nosotros porque vienes. Gracias, porque sabemos que tú eres nuestro motor y nuestra fuerza para hacer las cosas bien y nos ayudas a poner nuestro granito de arena para hacer un mundo más justo para todos.

 

         Amigos, hemos sentido el gozo de escuchar la Palabra que Dios nos ha dirigido. De sentir el calor de la comunidad. Nuestros corazones rebosan alegría. NO dudemos en contagiarla a los hombres y mujeres de hoy que, ansiosos la buscan sin encontrarla definitivamente. Con toda seguridad, en nuestra alegría descubrirán al Señor y vivirán con nosotros, sabiéndolo o no, el Adviento.

¡Feliz Semana!

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