PALABRA DE VIDA
SEXTO DOMINGO DE PASCUA. CICLO B
Santuario, 6 de mayo de 2018
"JESUS ES LA SALUD"
SALUDO
Bienvenidos seáis todos al encuentro con el Seños.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU
VEN A MÍ, ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo
A saciar mi sed profunda y crónica,
a fecundar mis entrañas secas, a hacerme vivir de nuevo,
a vestirme de color y belleza,
a cosechar abundancia de frutos.
Tú eres consolador, pero me tienta la tristeza.
Tú eres la luz, y me acosan las tinieblas.
Tú eres fuego, y mis inviernos son largos.
Tú eres santo, y me afean las manchas.
Tú eres vida, y la muerte me hace guiños.
Tú eres amor, ¡cómo te necesito!
Hazme amor en ti
o hazte amor en mí.
El amor del Espíritu en mí,
la alegría del Espíritu en mí,
la fortaleza del Espíritu en mí,
los dones del Espíritu en mí.
Ven, Espíritu Santo,
hazte don en mí.
AMBIENTACIÓN
El corazón es lo más bello y delicado que tenemos dentro de nosotros. Es como la raíz de nuestra vida, como el manantial que da vida a las plantas.
Si nuestro corazón es puro, todo nuestro ser será transparente y limpio; si nuestro corazón es sencillo y cariñoso, todo nuestro ser estará dispuesto al abrazo y al encuentro.
Vamos a sembrar en nuestro corazones semillas de amor y de paz y toda nuestra vida será una primavera radiante y alegre y un otoño cargado de frutos abundantes. Vamos a llenar nuestros corazones de Dios, y nuestra vida será una fiesta que nunca termina.
(Un momento de silencio)
Oración colecta
Somos muchos los que te invocamos como Padre.
A pesar de todo, seguimos separados, incapaces de ser hermanos plenamente.
Tratamos de hablar una misma lengua, pero estamos llenos de nosotros mismos, de nuestra manera de entender las Escrituras.
Que tu Palabra, Señor, habite en nosotros y que tu Espíritu
nos dé una sola lengua, un solo corazón para invocarte
desde una misma Iglesia común. AMEN
Escuchamos la Palabra
Lectura de los Hechos de los Apóstoles, 10,25-26.34-35.44-48
Aconteció que cuando iba a entrar Pedro, Cornelio salió a su encuentro y se echó a sus pies. Pero Pedro lo levantó diciendo: - Levántate, que soy un hombre como tú.
Y tomando de nuevo la palabra, Pedro añadió: - Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.
Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles.
Pedro añadió: - ¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo.
Le rogaron que se quedara unos días con ellos.
Palabra de Dios
COMENTARIO:
Las palabras del pasaje evangélico sólo podrán encendernos el alma si las entendemos como dirigidas a nosotros. ¿Qué entusiasmo puede provocar en nosotros que Jesús diga sólo a Pedro, Santiago, Juan o Mateo: “Os he llamado amigos”? A lo sumo sentimientos de envidia... ¡Qué suerte la de ellos!.
Jesús, al hablar a los Doce, se dirige también a nosotros, con nuestro nombre y apellidos.
¡Qué estremecimiento produciría en nosotros, si, de forma visible y con voz audible, nos dirigiera las mismas palabras: No me elegiste tú a mí, sino que yo te he elegido... No te llamo siervo, sino amigo. Sin embargo, lo de menos es que nos confesara de forma visible y audible su amistad. Lo importante es percibir esa realidad.
La fe es una relación de confianza en Jesús; él no ha pasado, sino que vive en la historia y hace historia.
Que esta relación de amistad con el Señor es posible y necesaria lo ponen de manifiesto todos los santos y grandes creyentes.
Pablo, no conoció en su vida terrena al Maestro, pero éste le salió al camino y le ofreció su amistad. Y Pablo la aceptó y la vivió apasionadamente hasta decir: “Mi vivir es Cristo”.
Jesús nos recuerda a los discípulos de todos los tiempos que es él quien ha tenido la iniciativa de la elección. Si hemos optado por él, es porque antes él ha salido a nuestro encuentro.
Hemos optado por él, pero porque antes él nos ha dicho como a Pedro y Juan: “Ven y sígueme”, o como a María, Marta y Zaqueo: “Hoy quiero hospedarme en tu casa”.
Yo no soy cristiano, amigo del Señor, sólo como fruto casual de una herencia religiosa, o porque mi padres y profesores me educaron así, o como producto de una sociedad católica. Todos ellos han sido mediaciones de la llamada del Señor a vivir en amistad con él.
Jesús nos recuerda como a aquellos primeros discípulos: “No os llamo siervos, sino amigos”. Para saber lo que significa la amistad con Jesús es preciso recordar cómo la vivía con sus amigos. Recordemos los gestos y actitudes con los discípulos: les lava los pies, les perdona la traición.
La amistad significa cercanía. El amigo es alguien con quien se trata de tú a tú. ¿Qué pruebas de amistad nos da Jesús? El amigo no tiene secretos con el amigo. Tampoco Jesús los tiene para nosotros: “He abierto mi corazón para comunicaros todo lo que sé; no tengo secretos para vosotros, lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”.
Pero la gran prueba de amistad es vivir para el amigo y, sobre todo, morir por el amigo. Pablo afirma de aquel hombre, que no había conocido en vida, que murió por él: “Me amó y se entregó por mí”. Con el mismo derecho lo podemos decir cada uno de nosotros.
Y esta amistad sólo llega a su realización cuando es correspondida. Y la correspondencia consiste en que amemos a los que él ama, es decir, a todas las personas. Así el Maestro nos invita: Amaos unos a otros como yo os he amado”. Y nos ama como amigos; por eso nosotros hemos de vivir la amistad. Seremos sus amigos si somos amigos de sus amigos.
La amistad no es para los cristianos una especia de lujo, sino una urgencia evangélica a la que tienen derecho los que nos rodean. ¿La cultivamos? ¿Son nuestros ambientes eclesiásticos espacios de amistad? A Jesús resucitado no le podemos tender una mano, ni hospedarlo como Marta, María y Lázaro; no podemos ayudarle a llevar la Cruz como el Cirineo, o enjugarle el rostro como la Verónica. Pero podemos hacerlo en las personas que nos rodean. Haciéndoselo a ellas, no es que sea “como si” se lo hiciéramos a él; Jesús afirma rotundamente: A mí me lo hicisteis. El amor a Jesús ha de ser un amor operativo. Nos ha de urgir a la entrega de la vida, minuto a minuto.
“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y llegue a plenitud” Si correspondemos a esta amistad de Jesús, entonces habremos descubierto la fuente de la verdadera alegría".
Es el momento de hacer silencio, meditar.........
Oremos y Pidamos al Señor por intercesión de nuestra madre la Virgen de la Cabeza.
Decimos: Señor, enséñanos a amar.
- En nuestra Iglesia dividida no sólo en diferentes “confesiones”, sino también en grupos recelosos unos de otros. OREMOS...
- En nuestra sociedad, en la que rechazamos o evitamos el contacto con todo lo que nos es “diferente” por miedo a afrontar culturas y modos de vida que nos desestabilizan. OREMOS...
- Por los gobernantes y ciudadanos, para que nos esforcemos en vivir en el respeto a todos, aceptando las diferencias. OREMOS...
- Por los matrimonios que experimentan dificultades en su relación o han terminado en ruptura, para que se sientan acompañados por la comprensión de la Iglesia y de cada uno de nosotros. OREMOS...
- En medio de tanto sufrimiento e incomprensión recordamos especialmente a los ancianos y enfermos, para que sean valorados y atendidos con todo el cuidado y amor que necesitan. OREMOS...
- Por nosotros, para que sepamos ser, como Jesús, compañía y consuelo de los enfermos y los cuidemos con cariño. OREMOS...
Ábrenos el corazón con el amor que nace de ti mismo, para que sepamos amar como Jesús nos amó y nos dejemos vivir por tu Espíritu allá de nuestras fronteras. AMEN
PADRENUESTRO.....
Damos Gracias
Huellas en la arena
Una noche un hombre tuvo un sueño. Soñaba que iba caminando con Dios a lo largo de la playa. En el cielo se iban proyectando las escenas de su vida. En cada escena se percibían dos huellas de pisadas en la arena: unas pertenecían a él y las otras a Dios.
Cuando se proyectó sobre él la última escena de su vida se volvió y miró hacia atrás, a las pisadas en la arena. Descubrió que muchas veces, a lo largo del camino de su vida, había una sola huella en las pisadas. También se dio cuenta de que esto ocurría en los momentos más bajos y más tristes de su existencia. Esto, en realidad, le preocupaba grandemente y preguntó a Dios: “Padre, tú me dijiste que una vez que me decidiese a seguirte, caminarías siempre a mi lado. Pero veo que en los momentos más difíciles de mi vida hay sólo las huellas de una persona. No puedo entender cómo, cuando más te necesité, Tú me abandonaste”.
Y Dios le respondió: “Hijo mío, te quiero tanto que nunca te abandonaría. En los momentos de desgracia y sufrimiento, cuando viste las huellas de una sola persona, fue cuando tuve que llevarte en brazos”.
¡FELIZ SEMANA DE PASCUA!