PALABRA DE VIDA

LA EPIFANIA DEL SEÑOR

Santuario, 6 de enero de 2018

“Se postrarán ante Ti, Señor, todos los reyes...”

 

Ambientación

                        El nombre litúrgico de la fiesta que celebramos hoy es Epifanía del Señor, que significa manifestación de Dios. El nombre popular, sin embargo, sigue siendo Día de los Reyes Magos, con lo cual esta fiesta corre el riesgo de quedar rebajada tal vez por incultura religiosa o porque pesan mucho las leyes del consumo.

Como cristianos, hemos de considerar hoy que Jesús es el gran regalo de Dios para todas las personas y para todos los pueblos. Él es la gran Estrella capaz de conducirnos por los senderos del bien y de la felicidad. Dejémonos conducir por su Luz.

(Un momento de silencio)      

 

En la presencia de Dios decimos:

 

         Para que nuestro encuentro con Jesús sea pleno y gozoso como el de los Reyes Magos, reconozcamos humildemente nuestros pecados...

 

- Porque con frecuencia somos exclusivistas y nos creemos en posesión de la verdad.

SEÑOR, TEN PIEDAD...

 

- Porque no seguimos con fidelidad la Luz del Evangelio.

CRISTO, TEN PIEDAD...

 

- Porque no somos luz y estrella para los demás a través de nuestras palabras y nuestra vida.

SEÑOR, TEN PIEDAD...

 

Gloria:

         Guiados por la estrella, los Magos llegaron hasta el Portal, se llenaron de inmensa alegría al conocer al Niño Dios y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. También nosotros ofrecemos nuestra voz para unirlas a otras voces y cantar juntos llenos de alegría...

 

Oración:

 

Reunidos en la Eucaristía te pedimos, Señor, que nos hagas transparentes y auténticos para que viviendo de este modo seamos capaces de llevar amor a los hombres, haciendo del mundo y de la vida el mejor regalo de Dios que quiere que todos vivamos como verdaderos hermanos. AMEN

 

Escuchamos la Palabra

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo, 2, 1-12

 

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: - ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: - En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.

Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: - Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor

 

COMENTARIO

         "Se suele pensar que la fiesta de los Reyes Magos es solamente una fiesta de niños. Pero no es verdad, porque, en rigor, los mayores la necesitamos más que los pequeños. Tal vez deberíamos ser los mayores, y no los  niños, quienes debiéramos dejar nuestros corazones en el balcón para que, al pasar, nos dejarán los Reyes esa esperanza que tanto necesitamos.

Y es que, en Navidad, todos los hombres somos objeto de un gran regalo. Los primeros cristianos lo celebraban con verdadero júbilo y cantaban en sus asambleas: “Nos ha nacido un niño, un niño se nos ha dado”. Pero lo tomaban en serio. Seguro de que éstos son los días en que Dios se acuerda más clara y abiertamente de los hombres. Y éste debería ser el gran robustecimiento de nuestra esperanza.

Pero esperar no es cosa fácil. Y menos, esperar bien. ¿Habéis visto cómo esperan estos días los niños? Ellos esperan la llegada de los Reyes y lo esperan sin vacilación, sin angustias. Saben que los Reyes vendrán. Y que vendrán sin falta. Y saben que lo que les traigan será hermoso. Los niños se sienten queridos. Lo único que dudan es cómo se expresará este año ese amor. La noche de Reyes se acuestan nerviosos, pero alegres, seguros. Los Reyes pueden traer esto o aquello, pero seguro que lo que traigan será hermoso.

Los mayores no esperamos así. Nuestra espera es angustiosa, porque no tenemos fe, esa seguridad de los niños. Miramos al año que comienza con inquietud, incluso con angustia, como mira el jugador la bola que corre sobre la mesa de billar. Puede ser la fortuna o la catástrofe. Puede ser un año de alegrías o de fracasos, de triunfos o de ruina. La esperanza incierta da miedo, intensifica la angustia más que curarla.

Por eso vivimos tristes los más de los mayores. No nos atrevemos a pensar que todo irá bien, hemos terminado por creer que la vida da más tristezas que alegrías.

Por eso es tan difícil alegrar el alma de un adulto. A un niño le alegra una pelota. Los mayores necesitamos todo el sol del universo para que el corazón se nos descongele.

Y, sin embargo, al menos los creyentes deberíamos ser la gente de la alegría y la esperanza.

La Navidad nos da tres grandes  motivos para esperar. El primero es la certeza de que no estamos solos en el mundo. Dios está sobre nosotros, se preocupa por nosotros. Nos ama. Nos ama tanto que hasta envió a su mismo Hijo para que nos sacara de este atolladero.

El segundo gran motivo es que, al hacerse hombre Dios, los problemas humanos se han vuelto también intereses suyos. Dios ha invertido en este negocio de la humanidad. Se ha empeñado a sí mismo. Él  tiene ya tanto interés como nosotros en que esto de la humanidad acabe bien.

El tercer gran motivo es que ese Hijo viene a redimirnos, para salvarnos. Viene para explicarnos que la historia del mundo es una historia que acabará bien. Porque es una historia que viene del amor y va hacia el amor.

Ojalá lo entendiéramos. Ojalá que hoy cuando los Reyes vengan y dejen sus juguetes en los zapatos de los pequeños, encuentren también en los balcones los zapatos de los mayores, para dejar en ellos una buena ración de esa esperanza que tanto necesitamos".

Es el momento de hacer silencio, meditar.........

 

         Oremos y Pidamos al Señor por intercesión de nuestra madre la Virgen de la Cabeza.

En la Epifanía del Señor, pidamos a Dios que ilumine su rostro sobre nosotros.

Todos: Señor, danos tu luz.

 

1.- Por la Iglesia, llamada a ser luz de las gentes, para que sea reflejo vivo de Dios. OREMOS...

 

2.- Para que quienes dirigen la marcha de los pueblos no condicionen sus decisiones a los intereses personales y partidistas sino al bien de todos. OREMOS...

 

3.- Por los que andan perdidos y desorientados para que alcen la vista y descubran la estrella que da sentido a su vida. OREMOS...

 

4.- Para que los niños no sean engañados con regalos materiales que satisfacen su egoísmo sino que reciban antes el regalo del cariño y la atención de cada día. OREMOS...

 

5.- Para que los adultos recuperen la esperanza de un mundo mejor, reconciliado y fraterno. OREMOS...

 

6.- Por todos nosotros, para que vivamos la alegría de la fe y sepamos contagiarla con nuestro modo de vivir. OREMOS...

 

Señor, con el nacimiento de tu Hijo nos has dado a conocer tu salvación, concédenos seguir descubriéndola y comunicarla con verdadero gozo. Danos tu luz. Por JNS...

 

Damos Gracias

 

Haz, Señor, que cada uno de nosotros seamos estrellas de acogida, estrellas de servicio, estrellas de paz...

Que en la oscuridad de la Tierra, siempre encontremos una sonrisa, una mano, una mirada, una palabra.

Esas son las estrellas para nuestro mundo.

Esas son las estrellas para el corazón de cada hombre y mujer.

Para llegar hasta ti, Señor, tenemos muchísimas estrellas que nos alumbran con su resplandor.

 

Amigos, los Magos buscaron con esperanza y encontraron a Jesús con María. Nosotros, a veces, nos cansamos pronto de buscar. Necesitamos seguir caminando, y Dios se nos revelará como nuestra fuerza, a través de su luz y su salvación. Nunca Dios nos deja sin el regalo de su encuentro. Pero seamos conscientes, al volver a la calle, al trabajo, y al hogar, que Él nos pide hoy que sembremos luz y alegría en nombre de Jesús. AMEN

¡FELIZ 2018!

QUE LOS MAGOS LES TRAIGAN SUS DESEOS...

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